Leonel Fernández Reyna debió descender las escalinatas del Palacio Nacional previo a las diez de la mañana para dirigirse en el automóvil placa O1 hacia el Congreso Nacional, zona sur de la ciudad de Santo Domingo.
Su misión: entregar el mando al entonces presidente electo Danilo Medina Sánchez, aquél histórico 16 de agosto de 2012.
Pero no ocurrió así. Hubo un retraso de más de veinte minutos y reinaba un ambiente de incertidumbre entre funcionarios y militares, especialmente integrantes del anillo número uno.
Parecería que el gobernante vivía emociones encontradas, motivando que detuviera el ritmo de avanzar en el trayecto para abordar su vehículo.
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En el Lobby de la Casa de Gobierno, los periodistas que estábamos apostados allí, sentíamos inquietud por la tardanza del mandatario saliente de acudir a la cita ineludible.
Lo hizo pasada la hora de inicio de la ceremonia cuando hacía varios minutos que ya Danilo había ingresado al Salón de la Asamblea Nacional, para colocarse en su pecho la Banda Presidencial.
Leonel, algo cabizbajo caminaba lentamente sobre las escalinatas de la segunda planta de la sede gubernamental, donde fuentes confirmaron que había pernoctado la noche del 15 de agosto.
Su rostro proyectaba preocupación y en sus ojos se advertía cierta nostalgia después de ocupar la silla presidencial por 8 años continuos (2004-2012). El primer mandato fue en el periodo 1996-2000.
Se convirtió así en el primer gobernante salido de las filas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con el apoyo del denominado “Frente Patriótico” que auspició el caudillo reformista Joaquín Balaguer para cerrarle el paso al carismático líder del otrora poderoso Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José Francisco Peña Gómez.
Leonel, ¿no quería salir del Palacio?
Ni siquiera se despidió de los comunicadores y empleados de la mansión presidencial cuando se acercaba a los refractores de las cámaras fotográficas digitales y de televisión.
De pronto, el reducido séquito que lo acompañaba hacia el Congreso Nacional aceleró el paso tras escucharse intensamente el ulular de los teléfonos móviles y toque de atención de efectivos de la Guardia Presidencial.
Probablemente hubo llamadas telefónicas de algún responsable de la Dirección del Ceremonial y Protocolo de la Presidencia, que desde la Asamblea Nacional, advertía el prolongado retraso para iniciar la solemne ceremonia.
Los vehículos de la comitiva de Leonel salieron raudos y se escuchó por última vez la sirena de la unidad de la avanzada y de la perseguidora saliendo por el portón principal del Palacio, y dirigiéndose por la calle Moisés García Mella en dirección a la avenida Dr. Delgado.
En su primer mandato, iniciado el 16 de agosto del 1996, el doctor Leonel Fernández tenía 42 años de edad, y solía proyectar su mirada desde uno de los balcones del Despacho Presidencial, para contemplar el movimiento de los transeúntes que se desplazaban apresuradamente a sus compromisos habituales.
Mirando desde los Balcones
Entrevistado por la prensa, Leonel admitió que haciendo pausas en la tarea gubernamental, en ocasiones asomaba al balcón para ver la movilidad de las gentes en las calles adyacentes.
Otra opción que habitualmente ejercía era leer sus libros de consultas en la biblioteca del Despacho Presidencial.
El 16 de agosto, al finalizar cada cuatrienio, se efectúa la Toma de Posesión, conforme lo establece la Constitución, donde es juramentado el nuevo presidente y vicepresidente.
Los miembros de la Asamblea Nacional integrados por los senadores y diputados previamente juramentados en sus respectivos bufetes directivos, se reúnen en el Salón de la Asamblea para recibir a las máximas autoridades electas del país.
El ceremonial está pautado para las diez de la mañana y no debe ser violentado ese horario puesto que se trata de una actividad de Estado, a la que asisten otros dignatarios, diplomáticos e invitados especiales.
También, por la transmisión conjunta de la cadena de radio, televisión e internet contratada para llevar la señal satelital del acto a nivel nacional e internacional.
Normas Protocolares
Hay dos fases en el traspaso de autoridad. La mesa presidencial consta de 12 puestos e iniciada la ceremonia el presidente saliente encabeza la mesa y a su derecha se sientan los presidentes de las cámaras legislativas y a su izquierda el presidente electo, luego los vicepresidentes, el saliente y el entrante.
Tras ser juramentado por el presidente del Senado y de la Asamblea Nacional, el nuevo mandatario cambia de puesto con el saliente y pasa a presidir la mesa. También, van en la mesa presidencial los presidentes de la Suprema Corte de Justicia y del Tribunal Constitucional.
El síndrome de la “soledad del poder” no tan sólo impacta sobre la cabeza de un Jefe de Estado, puede también causar efectos al concluir sus funciones en los ministros; congresistas, jueces de las distintas cortes e instancias, alcaldes y regidores municipales, altos mandos militares y policiales.
Los políticos sufren consecuencias emocionales en ese proceso que nadie quisiera vivir, y algunos bajo la lupa y el silencio buscan ayudas ante el siquiatra con el blindaje del secreto profesional.
Síndrome Delicado
Detrás de las espesas cortinas de la facultad constitucional se esconden conflictos, intereses, ambiciones, deslealtades, ingratitudes y diferencias que “enfrentan” a quien dirige el Estado con su entorno cercano.
La responsabilidad y puntualidad son esenciales en las esferas de influencia, y en República Dominicana uno de los líderes políticos que con mayor vehemencia ha transitado esa ruta es el ex presidente Hipólito Mejía Domínguez.
Siempre madrugador, siempre puntual en el cumplimiento de la agenda durante su gobierno (2000-2004), y los periodistas que trabajamos con él, incluido por supuesto, los que cubrían la fuente palaciega, tuvimos que adaptarnos a su ritmo de trabajo y disciplinarnos.
En diversas ocasiones “sorprendió” a éstos llegando hasta media hora antes al lugar donde iba a iniciar o inaugurar una obra, no importa que fuera en Dajabón, Pedernales, Samaná o La Altagracia.
Inclusive, cuando le tocó entregar las riendas de la administración a Leonel en (2004), llegó puntualmente a la ceremonia.
Las ocurrencias a las que frecuentemente apelaba reducían el cansancio de las estresantes y agotadoras jornadas de seguimiento a la programación presidencial.
Ahora que el actual presidente Danilo Medina está finalizando su segundo gobierno (2016-2020) no es de extrañar que los efectos de la “soledad del poder” estén circundando sus movimientos.
Y surgen varias interrogantes: ¿Cuál será su futuro político inmediato?, ¿Tendrá que responder él o colaboradores cercanos a algún expediente en los tribunales por corrupción?, ¿Habrá impunidad nuevamente en el país?, ¿Llegará puntual a entregar el mando al presidente electo, Luis Abinader, en el Congreso Nacional?
Una cosa sí que es segura, su foto oficial esparcida por todas las oficinas del Palacio Nacional y de las instituciones gubernamentales, desde la noche del 15 de agosto comienza a ser desmontada.
Demostración inequívoca, de que el poder es efímero y su final irreversible.
Artículo de Manuel Díaz Aponte
Lunes, 27 de julio 2020